Preescolar | Escuela, familia y comunidad 2



Propósito Conocer estrategias para la vinculación de la escuela con la familia, la comunidad y otras instituciones que coadyuven a generar ambientes de aprendizaje.


Bibliografía:

Familias y escuelas.
Familia y discapacidad


DESCARGAR

Familia y discapacidad

Existe una opinión generalizada en la sociedad, compartida también por los profesionales de la educación, sobre el papel relevante de la familia y su influencia en la evolución y desarrollo de los miembros que la componen. Aunque esto esté aceptado de manera global, se pone cada vez más de manifiesto la necesidad de un nuevo replanteamiento en las propias familias de esa función esencial e insustituible en la educación de los hijos.

La familia es el primer contexto socializador por excelencia, el primer entorno natural en donde los miembros que la forman evolucionan y se desarrollan a nivel afectivo, físico, intelectual y social, según modelos vivenciados e interiorizados. Las experiencias que se adquieren en la primera infancia, de cualquier tipo, y los vínculos de apego que se dan en ella van a estar determinadas por el propio entorno familiar generador de las mismas. Es la familia quien introduce a los hijos en el mundo de las personas y de los objetos y las relaciones que se establecen entre sus miembros van a ser en gran medida modelo de comportamiento con los demás, al igual que lo va a ser la forma de afrontar los conflictos que se generan en el medio familiar.

La familia deberá ofrecer oportunidades suficientes para desarrollar aquellas habilidades y competencias personales y sociales que permitan a sus miembros crecer con seguridad y autonomía, siendo capaces de relacionarse y de actuar satisfactoriamente en el ámbito social. De ello se desprende también el decisivo papel que adquieren los adultos cercanos familiares en la educación de los niños, aunque sin olvidar que otras instituciones y medios intervienen igualmente en la educación de las personas.

Cada familia es un sistema abierto en continuo movimiento, cambio y reestructuración, en busca de una estabilidad y equilibrio entre todos los miembros que la componen. Es una unidad formada por distintas subunidades que pretenden conseguir un ajuste y una adaptación positiva. Los procesos que tienen lugar son interactivos de forma que cualquier suceso que ocurre en uno de sus miembros repercute de una u otra manera en todos los demás. De este modo, las familias experimentan cambios cuando nace algún miembro, crece, se desarrolla, muere,... En muchas ocasiones, ante determinados hechos, se producen desadaptaciones. Una de ellas surge cuando nace un hijo con necesidades educativas especiales derivadas de discapacidad. El acontecimiento suele ser impactante y repercutirá, probablemente, a lo largo de todo el ciclo vital.

El nacimiento de un hijo con discapacidad supone un shock dentro de la familia. El hecho se percibe como algo inesperado, extraño y raro, que rompe las expectativas sobre el hijo deseado. Durante toda la etapa anterior al nacimiento, en la fase del embarazo, lo normal que es los futuros padres tengan sus fantasías sobre el hijo; imágenes físicas y características del nuevo ser que se incorporará al núcleo familiar. A lo largo de los nueve meses (y en ocasiones, antes ya) esas expectativas se han ido alimentando esperando con ansia el momento del nacimiento. La pérdida de expectativas y el desencanto ante la evidencia de la discapacidad (o su posibilidad), en un primer momento va a ser demoledor; es como si el futuro de la familia se hubiera detenido ante la amenaza. La comunicación del diagnóstico de la discapacidad, la inesperada noticia, produce un gran impacto en todo el núcleo familiar; la respuesta y reacción de la familia cercana a los dos progenitores, abuelos y hermanos va a contribuir a acentuar o atenuar la vivencia de la amenaza que se cierne sobre su entorno.

La confusión y los sentimientos de aceptación, rechazo y culpabilidad se mezclan de manera incesante, surgiendo constantemente las preguntas de los por qués “La deficiencia física y /o psíquica debida a lesión orgánica es un dato extraño al sistema familiar, soportado como una agresión del destino y por lo tanto acompañado de intensos sentimientos de rechazo o rebelión. Esta percepción es rápidamente asumida como propia por el disminuido, que se encuentra viviendo así como indeseable una parte de sí mismo”.

De este modo, la nueva situación cambia los esquemas de toda la familia y, la mayoría de los padres, a pesar de tener confirmado un primer diagnóstico, inician un recorrido por distintos especialistas esperando encontrar una valoración diferente, o al menos más benigna. Algunas de estas familias en sus itinerarios han experimentado sentimientos y actitudes diferentes en función de las informaciones recibidas.

El aturdimiento de los primeros días y semanas deja paso a sentimientos de sobreprotección y rechazo, sentimientos ambivalentes que necesitan ser reconducidos. Es en esa fase cuando más ayuda se precisa a fin de que el hijo o la hija sea atendido desde los primeros días proporcionándole la seguridad y cariño que todo ser humano necesita en sus primeros meses de existencia, puesto que esos primeros meses son decisivos para el desarrollo del niño.

El periodo de aceptación o no va a depender de muchos factores; entre ellos, la características emocionales y personales de los progenitores, la dinámica familiar, las relaciones de pareja, los apoyos sociales externos, el orden de nacimiento del reción nacido (si es el primogénito, si es el menor, hijo único entre hermanos o al contrario, etc.), el nivel sociocultural y económico, etc.

Las familias que tienen un hijo enfermo reaccionan siguiendo estas pautas de conducta: cuando los lazos familiares son fuertes, el hecho contribuye a la unión, y el hijo o se incorpora en el seno de la familia unida o los lazos padre y madre se estrechan excluyendo al niño; cuando los lazos son débiles tiende a perjudicar al niño. Otro factor que interviene de manera especial es la clase social. Parece ser que las familias de clase baja y las del medio rural tienden a aceptar mejor la discapacidad que las de clase social alta y el medio urbano.

Por otra parte, la familia con un hijo con necesidades especiales debe desempeñar las mismas funciones que las demás, tareas encaminadas a satisfacer las necesidades colectivas e individuales de los miembros. Se pueden desglosar en nueve que se especifican así:

(1) función económica;

(2) función de cuidado físico;

(3) función de descanso y recuperación;

(4) función de socialización;

(5) función de autodefinición;

(6) función de afectividad;

(7) función de orientación;

(8) función de educación y

(10) función vocacional.

La diferencia está en que cada una de ellas es más difícil de cumplir cuando se trata de atender al hijo con discapacidad, pues los recursos y apoyos de todo tipo se hacen más necesarios y, en ocasiones, permanentes y, en la mayoría de los casos, las familias no están preparadas para dar respuesta a las funciones derivadas de las mismas.

Familias y escuela
El currículo en el hogar

La investigación sobre el currículo del hogar ha identificado patrones específicos de la vida familiar que se corresponden con el éxito del alumno en el aprendizaje académico. En concreto, los estudios han relacionado positivamente ciertas prácticas familiares con el aprendizaje del niño. Tales prácticas se mencionan a continuación bajo tres rótulos, que serán tratados en sendas secciones posteriores de esta guía.

Relación padres-hijos:

1. Conversaciones diarias acerca de hechos cotidianos

2. Expresiones de afecto

3. Comentarios en familia sobre libros, noticias del periódico, revistas, programas de televisión

4. Visitas en familia o con miembros de la familia a bibliotecas, museos, zoológicos, lugares históricos, actividades culturales

5. Estímulo para emplear nuevas palabras y ampliar el vocabulario.

Rutinas de la vida familiar:

1. Establecer un tiempo para el estudio en casa

2. Las rutinas diarias incluyen tiempo para comer, dormir, jugar, trabajar, estudiar y leer

3. Tener un lugar tranquilo para estudiar y leer

4. Interés de la familia en pasatiempos, juegos y actividades con valor educativo.

Expectativas familiares y control:

1. Dar prioridad al trabajo escolar y a la lectura en lugar de ver televisión y del ocio

2. Generar expectativas de puntualidad

3. Los padres piensan que los hijos harán las cosas lo mejor que puedan

4. Tener preocupación por el uso correcto y apropiado del lenguaje

5. Los padres ejercen control sobre el grupo de amigos de sus hijos

6. Se tiene control y se analizan los programas de televisión junto con los hijos

7. Los padres tienen conocimiento del progreso del hijo en la escuela y de su crecimiento personal.

La relación padres-hijos

El desarrollo del lenguaje comienza desde el nacimiento y es primordial en las interacciones que el niño mantiene con sus padres. Existe un conjunto de conductas familiares que han probado ser importantes para preparar el aprendizaje del niño en la escuela: hablar con él, oírlo con atención, leerle y escuchar cómo lee; hablar sobre lo que los padres y el hijo están leyendo; contar historias, hablar con él todos los días y escribir cartas. Todas estas actividades conllevan interacciones verbales entre los padres y el hijo. Es difícil separar las interacciones verbales de los vínculos emocionales y afectivos que subyacen en ellas. Por esta razón, en esta exposición permanecen unidas las expresiones de afecto de los padres y las actividades verbales de conversación, vocabulario, lectura y comentario. En la relación padres-hijos también es importante la demostración constante de que el aprendizaje es parte natural de la vida (alegre por derecho propio, es parte de la experiencia familiar y especialmente gratificante cuando se produce a través del descubrimiento en museos, zoológicos y lugares históricos).

La rutina de la vida familiar

Los estudios muestran que la rutina, las interacciones diarias entre padres e hijos, los hobbies (pasatiempos) y las actividades recreativas que disfruta la familia favorecen la predisposición de los niños hacia el aprendizaje académico. Cuando los niños de familias con bajos ingresos económicos realizan actividades con sus padres durante el fin de semana, cenan juntos en familia y participan en los pasatiempos familiares, compensan algunas de las limitaciones que podrían experimentar de otro modo.

El aprovechamiento del tiempo libre es un aspecto importante en los hogares de los alumnos que tienen alto rendimiento. Cuando los padres estimulan la independencia de sus hijos, lo hacen con una vigilancia continua de cómo están utilizando positivamente su libertad. Alaban la productividad y el cumplimiento. Siempre animan a sus hijos para que empleen el tiempo inteligentemente. En estos hogares los niños acostumbran utilizar calendarios, horarios y listas para las compras; «a hacer listas» y tareas familiares; a la lectura, el estudio y a practicar juegos que estimulan la mente. Un estudio encontró que los alumnos con alto rendimiento invertían alrededor de 20 horas a la semana, fuera del horario escolar, en actividades constructivas de aprendizaje, con frecuencia con el apoyo, guía o participación de sus padres. Estas actividades pueden ser tareas escolares que se realizan en casa, prácticas musicales, lectura, escritura, visitas a museos, además de actividades de aprendizaje patrocinadas por organizaciones juveniles.

Expectativas familiares y control

Los niños alcanzan mejores resultados académicos cuando sus padres establecen para ellos metas altas pero realistas. Hay un conjunto de conductas familiares que generalmente están asociadas con expectativas elevadas de rendimiento académico. Incluyen interacciones verbales abundantes que incorporan preguntas que se hacen a los niños, les dan pistas para promover sus respuestas, los animan a utilizar nuevas palabras y a hablar con precisión. Las familias con expectativas elevadas de rendimiento académico para sus hijos también les proporcionan una orientación y apoyo consistente en relación con los aspectos escolares. Conscientes de los progresos de sus hijos, tienen interés en conocer el perfil académico que están trazando. Además de este conjunto de prácticas familiares que se asocian con un rendimiento escolar superior, los investigadores encuentran que una marcada ética de trabajo contribuye a obtener éxito académico. Los padres preparan a sus hijos para las demandas del aprendizaje escolar cuando muestran, a través de sus propias actividades y de las metas que marcan para ellos que trabajar duro es importante. El hecho de trabajar mucho es más benéfico cuando coincide con una actitud familiar en la que se hace ver que los resultados se obtienen más a través del esfuerzo que de las habilidades innatas o de «sacar provecho de las situaciones o de las oportunidades». Además, los niños se benefician a largo plazo cuando sus padres conocen todo sobre ellos (quiénes son sus amigos, qué ven en televisión, por ejemplo) y mantienen contacto con sus profesores.

Tareas en casa

Cuando las tareas que se realizan en casa son utilizadas apropiadamente por los profesores, su efecto sobre el aprendizaje puede ser hasta tres veces superior al de tener un mejor estatus socio-económico familiar. Son eficaces tanto para que el alumno domine hechos y conceptos, como para que desarrolle un pensamiento crítico y actitudes y hábitos productivos. Producen un efecto compensatorio, ya que los alumnos con escasas habilidades pueden alcanzar calificaciones iguales a los de aquellos que tienen habilidades mayores, si incrementan el tiempo de estudio en casa. También constituyen un factor significativo en relación con las diferencias de puntuaciones obtenidas en pruebas de rendimiento.

Además de los efectos positivos sobre el rendimiento académico, las tareas:

• forman el hábito de estudiar en casa

• preparan al alumno a aprender con independencia

• pueden ser fundamentales para generar una interacción familiar constructiva

• permiten a los padres saber lo que el alumno está aprendiendo dentro de su escuela

• en la mayoría de las casas, reducen el tiempo de ver televisión en favor de actividades constructivas

• amplían el aprendizaje formal más allá de la jornada escolar

• capacitan al alumno para reflexionar sobre un tema y familiarizarse más con él de lo que frecuentemente permite un ajetreado marco escolar que, a veces, provoca distracción y

• permiten al profesor un control frecuente del progreso del alumno

La investigación ayuda al docente a establecer expectativas acerca del uso efectivo de las tareas realizadas en casa. Un estudio sobre la eficacia de estas tareas en matemáticas concluía, por ejemplo, lo siguiente:

• Las tareas que se piden son más efectivas que las que se realizan voluntariamente

• No haber tenido tareas asignadas en un nivel o curso determinado afecta negativamente el rendimiento en niveles o cursos siguientes

• Las tareas son más eficaces cuando el profesor las califica pronto e incluye comentarios. Otros estudios evidencian la importancia de la calificación y los comentarios del profesor acerca de las tareas escolares realizadas en casa. Asignar tareas diariamente produce mejores resultados que hacerlo con menos frecuencia.

Comunicación escuela-familia

Los alumnos rinden más cuando padres y profesores comprenden sus expectativas mutuas y se mantienen en contacto para hablar sobre hábitos de aprendizaje, actitudes hacia el aprendizaje, interacciones sociales y progreso académico de los niños. Mientras que el primer punto de contacto entre la escuela y la familia es el nexo entre profesor, padre y alumno, el colegio en sí mismo –con base en el liderazgo directivo-administrativo, la normativa y los programas– puede crear un ambiente que conduzca a la comunicación y proporcionar oportunidades adecuadas para ella. Los profesores se sienten más inclinados a iniciar una comunicación con los padres cuando perciben que sus superiores valoran dicha comunicación, que sus compañeros apoyan el interés de los padres y que éstos parecen apreciar sus iniciativas. Esta comunicación entre la escuela y la familia es más eficaz cuando fluye en ambas direcciones, y las escuelas deberían distinguir entre los esfuerzos que se realizan para informar a los padres y los que se hacen para ofrecerles oportunidades de comunicación

Relación familia-escuela

Las relaciones familia-escuela pueden vincularse, a grandes rasgos, con tres periodos históricos del desarrollo económico. En una primera fase –históricamente típica de las sociedades agrícolas, pero también de algunas familias en todas las sociedades–, la familia vivía en un nivel de subsistencia que dependía del trabajo de sus hijos (o, más comúnmente en los estados modernos, buscando en sus hijos apoyo emocional). En esta situación, las familias limitan el crecimiento personal de sus hijos, y la función de la escuela es liberarlos de sus familias e incrementar sus posibilidades de desarrollo. En la segunda fase –típica de la economía industrial–, los objetivos de la familia y de la escuela convergen, buscando ambas instituciones el bienestar económico del niño en el largo plazo. En la tercera fase –post-industrial–, los padres encuentran que las demandas que exige la crianza de los niños compiten con sus actividades de adultos, y esperan que los colegios cubran ese vacío.

Estos tres tipos de familia están presentes de manera simultánea en las sociedades modernas; pero colocar a cualquier familia en una categoría puede resultar injusto. Es útil, sin embargo, clasificarlas en grupos para poder ilustrar mejor las diferencias que existen entre ellas en función de las relaciones que mantienen con la escuela a la que acuden sus hijos. Las siguientes generalizaciones de grupos describen situaciones familiares frecuentes y estrategias para obtener su colaboración

Familias con problemas

Algunas familias, generalmente aquellas que viven en una situación de pobreza o cercana a ella, están muy presionadas por las demandas de la vida diaria y relegadas por instituciones sociales como la escuela. Con frecuencia, las habilidades parentales son muy limitadas, carecen de contactos sociales y tienen acceso a pocos modelos en los que puedan observar prácticas adecuadas de crianza. En ocasiones pueden sentirse intimidadas por los profesores y perciben al colegio como un portador de malas noticias. A menudo se creen objeto de discriminación. Para comprometer a los padres de estas familias con problemas, las escuelas primero tienen que eliminar los temores y resentimientos que ellos guardan hacia la institución escolar. Requieren programas de formación de padres que les muestren cómo relacionarse con sus hijos, pero primero necesitan evidencias personales y genuinas de buena voluntad por parte del personal de la escuela y de otros padres. Estas familias necesitan que se les proporcionen algunas experiencias positivas con la escuela y su personal. En otras palabras, deben ser interesados primero en un contexto social que no les provoque temor, que sea positivo y de apoyo, a menudo proporcionado por otros padres más que por el personal escolar

Familias «centradas en los niños»

Las familias «centradas en los niños» entienden la escolarización como un medio para mejorar la situación económica de ellos. Estas familias suelen desconfiar con frecuencia de la escuela, pues sienten que no atienden adecuadamente a sus hijos. Están frustradas por lo que perciben como influencias sociales negativas, de las que suelen responsabilizar a otros padres, a quienes consideran permisivos y despreocupados. Estos padres se sienten dispuestos a trabajar en bien de la escuela a la que van sus hijos, a actuar como líderes de otros padres y como segundos padres de niños desatendidos. Participan mejor cuando se les asignan roles constructivos en el colegio y oportunidades para trabajar con otros padres. Sus metas y las de la escuela son convergentes; están dispuestos a cumplir con su responsabilidad en la formación de sus hijos y a velar por su educación. No obstante, estos padres representan un problema porque son poco numerosos, se sitúan fuera de lo ordinario en el ámbito cultural y tienden a sentirse frustrados cuando sus demandas de desempeñar un papel principal en la educación de sus hijos son vistas como una molestia por el personal de la escuela. El desafío para ésta es canalizar los esfuerzos de este tipo de padres hacia actividades que beneficien el desarrollo académico y personal de sus propios hijos y de otros alumnos. Estos padres resultan estupendos líderes en los programas de formación de padres.

Familias «centradas en los padres»

La tercera categoría de familias es aquella que cuenta con padres profesionales muy ocupados que valoran la escolarización, pero que están tan absorbidos por sus intereses profesionales y personales que pueden desconectarse de la participación directa y diaria en la vida de sus hijos. Para compensarlo, les envían a los mejores colegios, confiándolos de esta manera a quienes ven como profesionales competentes. También hacen lo mismo en otros aspectos de la vida de sus hijos: les proporcionan experiencias por medio de los programas y servicios que contratan. Estos padres, inteligentes y bien relacionados, cuentan con recursos económicos, educación, contactos sociales y habilidades profesionales. Han de ser reorientados a sus hijos por medio de una vía emocional. Su conversión se realiza a través de los afectos. Cuando se les conduce hacia una relación cercana con sus hijos, pueden comprender la satisfacción que se están negando a sí mismos al delegar en otros su responsabilidad de educarlos. Se les puede animar a que compartan sus habilidades con la comunidad escolar y puedan sentir así la satisfacción personal de darse a otros.




Recursos